domingo, 25 de febrero de 2018

Un cuento de Bucay

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?. ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?”
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía…

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…



JORGE BUCAY

sábado, 24 de febrero de 2018

Día 85

La semana se me hizo eterna, infinita. A medida que pasaba el tiempo iba entrando en ritmo, me iba adaptando, pero se me hizo de chicle. El lunes tuve la confirmación de que continuaba en una de las escuelas donde estaba en duda. Así que a partir de ahí el esquema de horas de trabajo quedó más o menos definido. Luego esto de "salir de uno" y entrar en contacto con los otros, escuchar sus historias, sus alegrías, sus penas, sus dramas, sus pequeñas tragedias, epopeyas a una escala menor como diría alguien. Aprender a convivir, porque de eso se trata al final todo, quizás. Más tarde, en pocos días, entrarán en escena ellos, los niños, los alumnos, los depositarios de toda nuestra mejor energía, los que deberán -tienen derecho a ello- aprender lo que mal o bien -mejor bien, siempre bien- podamos enseñarles. El jueves y viernes tuve capacitación en servicio. Esta vez tuve suerte con la profesora, una mujer increíble, con ideas, con energía, que nos hizo interactuar, que nos escuchó, que nos hizo reflexionar y plantear objetivos, para luego devolvernos con toda la fuerza de su experiencia, que no era poca, su conocimiento que también era el nuestro, sus motivaciones que también eran las nuestras, su impulso y esa inspiración, ese deseo de hacer las cosas bien, muy bien, excelentes. La verdad que me dejó pensando que es gracias a personas como ella que soy maestra, profesora, que me dedico a hacer lo que hago. Los pizarrones comienzan a llenarse de mensajes, de palabras, el horizonte de libros, de enseñanzas, y el alma de propósitos, de objetivos por cumplir y de metas por alcanzar. 




martes, 20 de febrero de 2018

Día 83

Y llegó la hora. De volver, de arrancar, de volcar nuevamente las energías en el trabajo. Las vacaciones me cargaron de pilas, de ímpetu y finalmente después de brindar tantos buenos momentos, terminaron. Volví a encontrarme con viejos compañeros de trabajo, con nuevos, con los de siempre. Pinta un año intenso de mucho trabajo -¡gracias a dios!-, así que ahí estoy, en la gatera, definiendo horarios, dando alguna clase, yendo y viniendo. A no perder de vista los proyectos para este año, ya con algunas cosas encaminadas, falta no perder el impulso y seguir metiéndole hacía adelante. ¿Qué me deparará este año? Me lo pregunto una y otra vez y todas las veces la respuesta es un poco la misma, habrá que vivir cada día sin dejar de planificar para el siguiente, con objetivos a largo plazo pero siempre viviendo el momento presente a fondo, sin distraerse. 


miércoles, 14 de febrero de 2018

Día 82


Hermoso día ayer en San Isidro en lo de mis tíos Jorge y María con mis primos Marcos, Poy y Rochi. Viajar con la bici en el furgón del Belgrano es toda una experiencia religiosa. Llegar a la estación Boulogne -el Mitre estaba en reparaciones-, pasar la tarde almorzando, viendo fotos familiares, charlando con María, recordando viejas memorias, compartiendo impresiones, emociones y sentimientos. Cargué tanto las pilas de buenas energías y vibras que tomé impulso y me volví a casa  en Boedo en bici metiéndole pata desde San Isidro. Guardé algunas fotos para conservarlas de recuerdo -hoy todo entra en un celular- y María me dió una foto mía de bebé, escrita por mamá al dorso.



domingo, 11 de febrero de 2018

Día 81

No puedo entender a la gente que odia, si, dije "odia", a los gatos. Puedo entender que no les gusten, que les resulten indiferentes, pero, ¿odio? Uf. Es incomprensible. Ayer alguien me dijo textualmente que son "sucios y retorcidos". Por supuesto ahí terminó la conversación. Puedo comprender, de verdad que sí, que no sientas especial atracción, que te den lo mismo. Pero el ataque, la agresión. Creo que eso no lo tolero. Una amiga muy querida me dijo una vez que las personas que detestan los gatos tienen problemas para amar, para vincularse. Quizás sea cierto. Por suerte estos casos son aislados, pero están. Otra gente no es tan honesta, ni tan directa. Los ignoran, los detestan y punto. Mi viejo solía decirme que detrás de esa bronca hay cierto temor supersticioso, que los gatos siempre estuvieron asociados de un modo u otro a la magia, las brujas, lo sobrenatural. Para mí, además, están vinculados a los libros, a la lectura, a las bibliotecas y al misticismo. En fin, un pequeño desahogo. Y a seguir, sin hacer caso de estos ataques gratuitos, amando los animales y su entrega, esa lección que nos enseñan todos los días, del dar, del vivir el momento presente, de acompañar sin invadir y tantas, tantísimas, cosas más. 

viernes, 9 de febrero de 2018

Día 80

Día raro ayer en mi querida rutina de vacaciones -que ya se terminan-. Arreglo con una amiga para encontrarnos. Salí a la mañana a ver a Flora, volví y a la tarde, en medio de un calor impiadoso y sofocante me fui a dar una clase. Comienzo a lamentar lo del calor porque empiezo a padecerlo "por obligación" es decir a cumplir con distintas tareas que son preludio de la vuelta al trabajo la semana próxima. Ayer todavía me duraba la euforia por los sucesos del día anterior. Pero bueno como decía, hacía un calor excesivo. Había arreglado con mi amiga para que viniera a conocer mi casa. Al poco tiempo de llegar de mi clase,se corta la luz. Uf. Sabía que tarde o temprano sucedería pero justo ayer la esperaba a mi amiga. Así que luego de una extraña cadena telefónica donde mi vecina me avisa a través del encargado que mi amiga había llegado, bajo los doce pisos de mi torre. N. me esperaba con ramo de flores azules, algo increíble y mucho calor. Empezamos a caminar por Independencia bajo el rayo del sol que comenzaba a debilitarse pero que seguía picando. Charlamos, caminamos, miramos vidrieras aunque las dos estábamos un tanto malhumoradas. Finalmente nos metimos en un bar a tomar una cerveza con una picada vegetariana. La charla siguió. Hacía tiempo que no veía a mi amiga, digamos que no nos sentábamos en una mesa, cara a cara, a charlar. Enchufamos los celulares y en algún momento comenzó la des-conexión, ella a chequear su teléfono y yo a intercambiar mensajes con mi vecina a ver si había vuelto la luz. Cuando se hicieron las nueve nos despedimos, mi amiga se tomó algo que la acerque a su casa y yo volví a la mía. Por suerte la luz había vuelto. Yo me sentía pesada, lo que había comido me había caído bastante mal, y no estaba del humor -tranquilo y armonioso- que me venia acompañando los últimos días. ¿Por qué? No lo sé, creo que fue la combinación de factores "adversos". A veces pienso que estoy mejor sola. No sé. Y recordando una frase que había leído por ahí, que dice: Mi soledad no tiene nada que ver con la presencia o la ausencia de personas. Detesto quien me roba la soledad sin a cambio ofrecerme una verdadera compañía. No se si se trata de achacarle a un otro la responsabilidad por nuestro estado de ánimo, realmente creo que depende de uno, pero a veces quizás sea cierto que tenemos que combinar bien las energías para estar bien con otras personas y bien con nosotros mismos.Qui lo sa, misterios de la vida. Sigo pensando que los amigos siempre nos enseñan cosas, en el caso de N. creo que me ayuda a conectar con mi lado más femenino, un lado que a veces descuido un poco, y admiro por sobre todas las cosas ese desapego que tiene y el sentido de libertad que la caracteriza, En fin cosas que pienso y que escribo, para no perder la costumbre y actualizar un día más, el blog.


                                                
                                              (las flores que me regalaron ayer)

jueves, 8 de febrero de 2018

Día 79

Me levanto temprano para desayunar e ir a ver a Flora. Invalorables momentos para centrarme en mi misma, para analizar, para ver, para forjar nuevas ideas, para mantenerme en movimiento. Mientras reviso conversaciones recuerdo algunas palabras que distintos hombres usaron para definirme, loli-tinder, seguidora incombustible, margarita afectívora y otras. Algunas son originales y en algún momento me hicieron sonreir, provenían de lo labios de él, pero todas en síntesis no sé si lo hacen bien, lo de definirme. Creo que es tiempo de poner mis propios parámetros, mis propias definiciones, de actuar directamente sobre el rumbo de mi vida, teniendo siempre en cuenta que todo o casi todo escapa a nuestro control, una mezcla difícil de lograr pero imbatible una vez que se tienen claro los objetivos -¿imbatible? ¿dije "imbatible? Sí, lo dije-. En cuanto a "ellos"....."Nos veremos cuando termine el rodaje", me dijo ayer A. Bien, genial le dije yo, pero para mis adentros -y afueras- pienso que cuando termine el rodaje quizás ya no esté disponible. Es un poco amargo reconocer la falta de interés de ese otro pero es necesario ser franca con una misma y con los demás. Porque a fin de cuentas, como dicen por ahí: es bueno quererse mucho, nadie más lo hará por ti. 


miércoles, 7 de febrero de 2018

Día 78




Mi reloj interno está cambiado....me despierto muy temprano con la luz que me arranca de mis sueños cacheteándome en la cara, bueno no, acariciándome la punta de la nariz con un rayito de sol, bueno no, haciéndome cosquillas en los dedos de los pies, bueno eso, todo eso. Así que sin terminar de dejarme sorprender por  la belleza del sol trepándose desde el este a los últimos pisos de los edificios más altos de Boedo, me levanto y pongo agua...para desayunar. Los días transcurren en medio de una atmósfera idílica, bucólica y relajada, hoy en particular fue un día fructífero y pleno a pesar del calor sofocante. Así que ya entrada la noche, cuando las luces iluminan el barrio -si, como un arbolito de Navidad-, voy entrando en modo avión, digo preparándome para dormir, no es muy tarde, apenas las diez, pero ya tengo sueño. 

martes, 6 de febrero de 2018

Y enero se fue volando...


Y allá, atrás de las aves, y de los días, se fueron momentos hermosos, lugares nuevos, anécdotas, música, emociones, letras, palabras y tantas cosas más. Enero sirvió para cargar pilas, se viene el año con todas sus obligaciones y sus desafíos, con muchos proyectos para concretar. Ya estoy dando mis primeros pasos en esa dirección, con nerviosismo, con algo de temor, porque a veces es "cómodo" quedarse en lo conocido, en lo que ya, de algún modo, sabemos como manejar. Pero está bueno, pensar más allá, ponerse objetivos y poner todo de nuestra parte para concretar esas metas. Digamos que es una combinación del dejar fluir con el ponerlo todo de nuestra parte. Todavía no sabría definir donde se encuentra el termino medio. A veces me acuerdo de Horacito y siento mucha pena, si bien podía pasar bastante tiempo sin que nos encontráramos antes de que se enfermara, es muy fuerte saber y aceptar que esta vez la separación es definitiva. Trato de no dejarme llevar por la melancolía. Insisto en que es una droga y de las peligrosas. Por lo demás, la vida seguirá su curso, como siempre, arrastrándonos en su vorágine e invitándonos a que tomemos las riendas y firmes y seguros la conduzcamos por los cauces que más anhele nuestro corazón. 

lunes, 5 de febrero de 2018

sábado, 3 de febrero de 2018

Día 76

Día de absoluto dolce fare niente, completo, total, rotundo, definitivo. Bueno, no tanto, pero sí. Me cebé unos mates, dos rondas, de amargos, para mi sola. Estuve leyendo, releyendo viejos textos, corrigiendo un poco algunos, repasando diálogos, apuntes que me retrotrajeron a otras épocas, épocas pasadas, remotas. A veces me impresiona un poco cuánto fue lo que sucedió en un lapso de diez años. Gente que ya no está, nuevas amistades, trabajo siempre, nuevas emociones, vínculos recobrados, lugares visitados, nuevas experiencias, nuevos horizontes. ¿Cambiamos o somos siempre los mismos? ¿Nos hacen de nuevo las experiencias que vivimos? ¿Nos fortalecen o quizás nos hacen distintos? Pienso que sí. Los años no pasan en vano y es bastante lógico. Mientras escribo esto, June, mi gata, me observa y asiente o quizás en su mente felina, ya tiene las respuestas para todo. Es por eso que ella no se cuestiona nada y vive en un eterno presente. En el instante que transcurre ahora, sin fisuras, intacto, infinito y permanente. 


viernes, 2 de febrero de 2018

Lujos pequeños

Compré algunas cosas en estos días, últimos días de vacaciones. Unas cerezas, que están muy ricas, muy frescas y dulces. Una tetera para hacer té en hebras, no tenía y la última vez me había preguntado mi sis si tenía una. No puedo lidiar con "la falta" apropiadamente así que hoy me metí en un bazar chino -me fascinan- y compré la dichosa tetera. Creo que el primer té salió un poco oscuro. Es un té de origen indio, "spicy masala", un té negro, riquísimo. Hay que perfeccionar la técnica porque según leo es toda una ciencia, eso de hacer un buen té. Será cuestión de estudiarlo un poco al tema. Y lo último, sí, un vestido ❤. La casa queda en Av. La Plata. Se llama: "Me voy lejos". Aparte de tener cosas muy lindas, la mayoría de diseños originales, de fábricas de moda independientes, nacionales, tiene algo que no todas las casas de ropa tienen: ¡talles! Si encima te atiende una vendedora super bien, te anima a probarte, te muestra cosas, te tiene paciencia, el combo está completo. Suelo probarme las cosas rápidas y a las apuradas, no vaya a ser cuestión de que tenga que mirarme más de diez segundos en el espejo. Así que realmente creo que esta compra valió la pena además de tener cambio y garantía ¡por seis meses!. Inédito. 






jueves, 1 de febrero de 2018

Día 75

Hermosa tarde ayer en el Parque con mi amigo, Marce. Sentarse en un banco, charlar, tomar los mates más ricos del mundo, ver la vida transcurrir, la gente que va y viene, los que gozan y se quedan eternamente ahí, tirados en el pasto descubriéndose, mientras les nace el amor, muere el día y la luna nos baña con su luz, un viento suave nos despeina un poco las ideas y la vida que se hace más palpable en cada persona, en cada gesto, en cada palabra, ese disfrute del aquí y ahora, sin reloj ni calendarios. Una maravilla ser testigos de tanta vida latiendo en el aire. Siempre se agradecen esos momentos de conexión, de paz y armonía, tan difíciles de conseguir en el mundo y su vorágine actual. Pero en el parque, el único, el mejor parque, la vida se detiene y se expande en toda su capacidad de ser y estar a la vez, mientras se van prendiendo las luces, en la fuente el agua fluye incansable, el lago brilla reflejando la luna y nos preguntamos cual será la hora de cierre porque la gente sigue disfrutando y ya es de noche.