jueves, 30 de agosto de 2018

Día 113

Se acaba agosto, llega septiembre con toda la luz, la energía, el sol, las flores y  -esperemos, jaja- el amor. Ando apestada en estos días con tos seca persistente, mocos, congestión. Todo tiene el mismo gusto: el café matinal, un pollo teriyaki, el atún salteado con arroz y cebolla, etc. Mis papilas gustativas se mezclaron y desaparecieron entre las mucosidades, la aspereza y la tos. Supongo que esta baja de defensas ocasional -no es frecuente en mi- se debe al cambio de clima, al entrar y salir de ambientes donde la calefacción está al mango hacia el frío urbano en las calles. Mientras tanto sigo laburando, dando todo lo mejor o lo mejor que puedo dar de mi. Se acerca fin de año. "Falta mucho para el viaje", me dijo ayer la Flor. Pero no sé...creo que son meses, días que se pasan volando y luego, volar. El frío, la nieve, la familia, las celebraciones. Estoy muy contenta con este proyecto que se va concretando. Y también un poco ansiosa, nerviosa quizás. Por lo demás sigo bastante sensible, revisando muchas cosas de mi vida, mi modo de relacionarme y las relaciones y vínculos que resultan de esos modos, de esas maneras. Dejar atrás ciertas cosas, abrir las puertas y ventanas a otras nuevas, no necesariamente mejores, ni peores pero si, distintas. Claro vos eras "free-pass" me dijo Vale el otro día cuando le conté que andaba cabrona, con pocas pulgas. Y bueno...me pareció chistosa la comparación. Pero ahí están las palabras del otro, para contrastar, para iluminar, para ayudar a las propias que a veces escasean, o merman, entre la tos y la vida que prosigue a pesar de todo, fuerte, in-detenible, fugaz y permanente. 




                                            (La memoria escrita, anotaciones en libretas)



(La ventana, siempre, la ventana)

                                               
                                            (Ultima luna llena del invierno, a disfrutarla)



(Un mago vino a la escuela)

domingo, 19 de agosto de 2018

Día 112

Días raros, buenos, felices, pero raros. Duermo un poco mal. El jueves lo vi a Joaquín y conversamos del tema, me dió algún consejo. También lo hablé con Flora. Estoy naciendo de vuelta, quizás, rompiendo viejas estructuras, renaciendo, cambiando de piel. Ya sé que suena trillado, está tan de moda, pero es lo que es. Muchas o varias personas  nuevas que entran a mi vida para alterarla, enriquecerla, modificarla, intervenirla, sacudirla quizás un poco. Otras que pasan a ocupar un segundo plano. Y yo, que no soy yo. No mi yo conocido, habitual, cotidiano. Sino este, un poco más cabrón, más firme, más reactivo. ¿Por qué reactiva? No lo sé. Las respuestas no están a la vuelta de la esquina, ni mucho menos en los libros, creo. Están en la vida misma, en la experiencia, hay que transitarla con abandono y fe. Con confianza, con los ojos puestos en el más allá. Con los pies sobre la tierra. Con amor y sin miedo -que no es otra cosa que la otra cara del odio-.Ya no hay vuelta atrás, solo avanzar siempre. Hacia el futuro. Hoy.

jueves, 9 de agosto de 2018

Día 111

A ver cuándo legalizamos el amor, el placer, el gozo, la alegría, la libertad, la tolerancia, la suprema voluntad de respetar al otro en su libre elección de vida, de camino, de todo lo que lo hace fuerte, feliz, sano y pleno. A ver cuándo nos dejamos de joder y construimos entre todos y todas un mundo más feliz, más justo, sí, feliz, porque la felicidad, si no es un derecho, debería serlo. Y ni hablar de la justicia. Vivir nuestras vidas. Sin que moleste al prójimo, sin que lo limite ni tampoco permitiendo que el otro nos anule a nosotros, pero ser felices, ir por la vida sonriendo, sin miedo, sin temor, sin vergüenza, con orgullo, porque cómo leí hace poco en el mural de la estación Pueyrredón de la línea H, : "En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política.". Esas palabras me abrazaron fuerte, me curaron un poco, en algún punto recóndito del alma donde había heridas que ocultaba con vergüenza, con humillación, como si amar fuera un pecado, como si ser diferente o distinto fuera un crimen, como si la locura pudiera confinarse a cuatro paredes, "curarse", reprimirse, corregirse. ¡Cuánto para aprender, cuánto para recorrer! A no bajar los brazos, aunque las señales -invisibles y sutiles- se multipliquen por todos lados. Aunque los obstáculos se presenten una y otra vez para taclearnos, para hacernos rodar por el piso. No importa, a levantarse y seguir. Adelante, siempre.