martes, 9 de octubre de 2018

Día 117 -La Celebración-

Viajé el fin de semana a Tucumán, a Yerba Buena, al casamiento de mi prima Agustina con su novio, Quique. Fueron tres días de muchas emociones, intensas, diversas, todas maravillosas e inexpresables. Para mi fue como visitar Tucumán , la tierra de mis abuelos, por primera vez. Fue inmenso haber tenido la oportunidad de conocer y reconocer un lugar tan hermoso, tan cargado de historias familiares, de recuerdos, de memorias. Fuimos con mi hermana Flor y nos trataron con una hospitalidad y un cariño difíciles de poner o traducir en palabras. Fue único haber sido testigos de tanto amor entre Agustina y Quique que se casaron en una capilla hermosa y pequeña, donde al llegar al altar al son de una música conmovedora que hablaba de amor, de un futuro compartido, de una vida juntos, se abrazaron con felicidad, decididos, resueltos a comprometerse para siempre y hasta el final. Con los ojos húmedos todos los allí presentes los acompañamos en su decisión de amarse en las buenas y en las malas para toda la vida. Luego los acompañamos al lugar de la fiesta, un salón enorme donde nos reunimos todos a celebrar tanto amor y tanta entrega. Los jóvenes y los novios bailaron hasta la madrugada. En la fiesta conocí mucha gente, amigos y familiares, que habían conocido a mis padres, a mi madre, a papá, -sos igual a tu padre-, -que parecida a tu mamá, tu hermana-, -son bien Torres-. En cada recuerdo en cada rostro y en cada nombre latían y palpitaban los nombres, las memorias y vidas de mis padres, de mi madre y mi padre, que también algún día, como Agustina y Quique, se habían prometido amor para toda la vida. Fue muy intenso, muy fuerte, muy especial. Al día siguiente me despertaron los cantos de los pájaros por la ventana y salí a caminar buscando llegar al pie del cerro, al final, maravillada por el paisaje circundante, los tonos de verde, marrón, azul, y los mil colores del Jardín de la República. En el camino me encontré a Mariana, la madre de Agustina y me dijo lo que yo intuía, que ya estaba en el cerro. Regresamos el domingo por la noche, felices, emocionadas, agradecidas y resueltas a volver. 









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