jueves, 2 de marzo de 2017

Día 24

Mi familia está desintegrada. No existe. La muerte de mamá primero y después de papá terminaron de fragmentarla. Mi hermano menor se fue a Estados Unidos. Mi otro hermano se casó y se acopló a la familia de su esposa. Mi hermana mujer -la única hermana mujer que tengo- adoptó distintas hermanas de la vida como está de moda ahora decir. Este pensamiento, esta realidad me duelen. La noción de que no tengo ya un lugar ni grupo de pertenencia que estoy sola y aislada pero al mismo tiempo atada por lazos que no existen realmente. Lazos de sangre. Y el último vestigio es esta casa que en poco tiempo ya no estará más. Siento rabia, siento bronca, siento dolor, siento impotencia. Pienso que tengo que hacer mi camino, mi vida, sin mirar atrás, sin pensar en las heridas que no cierran, en las cicatrices que marcan mi cuerpo y mi historia. Pero simplemente hay días en que no logro comprender como hacer eso. Por más que intento ahí está esa realidad que duele y que lastima y que me recuerda que soy huérfana y que estoy sola. Ya sé, hay cosas peores, ya sé, no es tan grave, ya sé, hay que sobreponerse. Hay que ser fuerte. Pero hay días en que sencillamente me desplomaría en una silla, en la cama, en el piso y dejaría que el mundo siga su curso sin mi.

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