viernes, 24 de marzo de 2017

Hoy después de que me llamara e insistiera varias veces, volví a ver a E. Me había propuesto no verlo más. Dar vuelta la hoja, buscar otro tipo de vínculos, más sanos o por lo menos más acorde a lo que deseo que no es precisamente lo que tengo con él. Finalmente caí en su trampa de "tengo un mal día" y acepté vernos. O mejor dicho, se apareció en casa casi sin invitación. Eso me gusta de él, siempre le gustó venir a casa tal vez demasiado... Así que retomé nuestra relación casual, muy casual, del año pasado. Estuvo más cariñoso de lo habitual, me dijo varias veces que estaba linda hasta que le di las gracias -ya que se me acabaron las respuestas del tipo "tengo que hacer dieta" y otras por el estilo-. Nos besamos en la boca -raro en nosotros- y quiso quedarse a dormir en casa, todo con la excusa de su mal día. Me negué porque tenía una reunión que no disfruté demasiado. Y cuando volví, empujada quien sabe por qué emoción e impulso, le mandé un whatsapp preguntándole si estaba mejor. Y sé, casi podría jurar, que sólo contestará la próxima vez que se le antoje verme...En fin, es lo que hay, como dicen ahora. Y después de todo, tan mal no estuvo. Para qué mentir.

                                                
                                                     "Los amantes" (René Magritte)

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