sábado, 9 de junio de 2018

Día 104


Sábado en casa con June. Mirando fotos viejas, me inunda por momentos esa melancolía suave, casi placentera pero que bordea peligrosamente la nostalgia. Así que guardo la caja en el estante de arriba de mi ropero, la corto con los recuerdos. Sin embargo, una imagen, la de mis padres muy jóvenes y creo, ya de novios, vestidos de gala y yendo al Colón, me persigue. El vestido que luce mi madre es  largo hasta los tobillos, de color rosa y tiene unos bordes de pasamanería dorada. Se lo había hecho ella misma. En la foto se ve blanco, negro y gris. Ninguno de los dos está mirando a la cámara, están absortos mirándose uno al otro. En realidad, mirando en detalle, mi padre es el que observa a mamá, mi madre tiene los ojos bajos y esboza una tibia, tímida sonrisa. Y en esa mirada pienso, pendiendo de sus emociones, de su pasión, de su deseo, se empezaron a gestar las vidas y almas mía y de mis hermanos. De ese amor, humano, intenso, imperfecto, tan frágil pero fuerte al mismo tiempo y esa atracción que sintieron el uno por el otro, una atracción tan grande que los llevó a unir sus vidas para siempre, y traernos al mundo. En fin, lo que decía, la melancolía es peligrosa. Pero inevitable a medida que pasa el tiempo. ¿No? 


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