Estoy podrida de esta almohada
vieja. No la compré yo. Y cada vez que podés, sutilmente me echás en cara que
ella la dejó para mi cuando estuvieron acá hace dos años. Me harté. No quiero
ese tipo de regalos. No quiero esas ataduras, este complejo de culpa. Esta
gratitud que me obligás a sentir , que me sugerís que sienta con refinadísima
crueldad. Como quien con suavidad recorta, la ramitas de una planta. Bonsái.
Tenía un novio que era experto en Bonsai. El estaba orgulloso como vos estás
orgulloso de ella y de la almohada que me regaló sin que yo lo pidiera cuando
ella durmió en mi cama sin que yo lo aceptara. Y después mentiste. Y volviste a
mentir. Y te pregunté. ¿Durmió ella en mi cama cuando estuvieron en casa y yo
no estaba allí? No. Te prometo que no. Pero insisto. ¿Me estás diciendo la
verdad? ¿Dónde dormían? No me cierran las cuentas. Vos siempre con tus ideas y
tus interpretaciones. Nadie usó tu cama mientras vos no estuviste en
casa. Mientras te estábamos cuidando en ese lugar. Dejá de imaginar cosas que
no son. Dejá de ser mala con nosotros. No ves que los que peor lo pasamos somos
nosotros. Dejá de ser tan terriblemente injusta.
Sí.
Tenés razón.
Y te pido perdón. A vos, a todos, por haberles causado tanto dolor.
Pero hoy, me compré una almohada nueva.
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