Domingo. Anoche llovió torrencialmente sobre Buenos Aires. En lo que fue la primera tormenta del año se me ocurrió o más bien me propusieron, salir a tomar una clase de tango. Una vez más termino en la Viruta, en la clase de inciales donde siempre son más las mujeres que los hombres, los profesores me resultan aburridos con sus chistes fáciles y su poca onda y donde siempre termino alejándome hasta una esquina desde donde me evaporo hacia la salida. La lluvía me envolvió con sus cuatro brazos de agua y tuve mi primer bautismo de lluvia del año. Así fue que esperando una vez más a una de esas personas impuntuales que hacen que agotes toda tu paciencia, salí eyectada del salón de baile rumbo a casa.¿Por qué son impuntuales las personas? Últimamente se les ha dado por decir que la gente impuntual es optimista, inteligente, genial. No estoy tan segura de eso. Me inclino por pensar que son fallutos, egoistas, y me reservo lo de su coeficiente intelectual. ¿Que si yo soy puntual? Lo soy la mayoría de las veces. Intento serlo y he ido mejorando con el tiempo mi timing. De todos modos volviendo a la lluvia y al tango. Creo que lo mejor de la noche fue la lluvia. Que me abrazó para bailar juntas nuestra primer caminata mojada del año. Y ese tango que no sonó afuera bajo el cielo relampagueante pero que resuena en mis oidos mientras recuerdo las horas de ayer. Las horas de la lluvia, el tango y el colectivo que me trajo de vuelta a casa. Libre, empapada y bastante feliz.
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