Mi reloj interno está cambiado....me despierto muy temprano con la luz que me arranca de mis sueños cacheteándome en la cara, bueno no, acariciándome la punta de la nariz con un rayito de sol, bueno no, haciéndome cosquillas en los dedos de los pies, bueno eso, todo eso. Así que sin terminar de dejarme sorprender por la belleza del sol trepándose desde el este a los últimos pisos de los edificios más altos de Boedo, me levanto y pongo agua...para desayunar. Los días transcurren en medio de una atmósfera idílica, bucólica y relajada, hoy en particular fue un día fructífero y pleno a pesar del calor sofocante. Así que ya entrada la noche, cuando las luces iluminan el barrio -si, como un arbolito de Navidad-, voy entrando en modo avión, digo preparándome para dormir, no es muy tarde, apenas las diez, pero ya tengo sueño.
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