jueves, 1 de febrero de 2018

Día 75

Hermosa tarde ayer en el Parque con mi amigo, Marce. Sentarse en un banco, charlar, tomar los mates más ricos del mundo, ver la vida transcurrir, la gente que va y viene, los que gozan y se quedan eternamente ahí, tirados en el pasto descubriéndose, mientras les nace el amor, muere el día y la luna nos baña con su luz, un viento suave nos despeina un poco las ideas y la vida que se hace más palpable en cada persona, en cada gesto, en cada palabra, ese disfrute del aquí y ahora, sin reloj ni calendarios. Una maravilla ser testigos de tanta vida latiendo en el aire. Siempre se agradecen esos momentos de conexión, de paz y armonía, tan difíciles de conseguir en el mundo y su vorágine actual. Pero en el parque, el único, el mejor parque, la vida se detiene y se expande en toda su capacidad de ser y estar a la vez, mientras se van prendiendo las luces, en la fuente el agua fluye incansable, el lago brilla reflejando la luna y nos preguntamos cual será la hora de cierre porque la gente sigue disfrutando y ya es de noche. 


                                                



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