Día de absoluto dolce fare niente, completo, total, rotundo, definitivo. Bueno, no tanto, pero sí. Me cebé unos mates, dos rondas, de amargos, para mi sola. Estuve leyendo, releyendo viejos textos, corrigiendo un poco algunos, repasando diálogos, apuntes que me retrotrajeron a otras épocas, épocas pasadas, remotas. A veces me impresiona un poco cuánto fue lo que sucedió en un lapso de diez años. Gente que ya no está, nuevas amistades, trabajo siempre, nuevas emociones, vínculos recobrados, lugares visitados, nuevas experiencias, nuevos horizontes. ¿Cambiamos o somos siempre los mismos? ¿Nos hacen de nuevo las experiencias que vivimos? ¿Nos fortalecen o quizás nos hacen distintos? Pienso que sí. Los años no pasan en vano y es bastante lógico. Mientras escribo esto, June, mi gata, me observa y asiente o quizás en su mente felina, ya tiene las respuestas para todo. Es por eso que ella no se cuestiona nada y vive en un eterno presente. En el instante que transcurre ahora, sin fisuras, intacto, infinito y permanente.
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