Dejo de contar los días y me detengo a mirarlo, a contemplarlo. Fuerte, sano, feliz, ahora: eterno. Tirándose a las aguas paradisíacas de San Martín de los Andes. Probablemente su lugar en el mundo. Qué misteriosa es la vida, más imprevisible aún la muerte que nos arranca de un día para otro o después de una injusta agonía, lo que más amamos. Supongo y estoy convencida de que todo esto sólo guarda un sentido para mi, este pequeño homenaje, este recuerdo. Pero no puedo dejar de detenerme a pensar y reflexionar, a extrañarlo y a tal vez, dejar que los ojos se me humedezcan un poco, antes de tomar aire y seguir, en honor a él y a todos mis muertos queridos que partieron antes de él y que en algún lugar me esperan después,al final de este camino apasionante que es la vida en la tierra.
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