Hoy estaba entrando en un placentero sueño y ya me entregaba a dormir una siestita cuando la campana del teléfono me arrancó de tan agradable panorama. Cuando atendí reconocí la voz querida de Olga. Le había dicho que la iba a llamar en enero y enero pasó sin que cumpliera mi promesa. De todas maneras siempre la recuerdo a ella y a nuestros encuentros poéticos donde leíamos a Sor Juana, a Miguel Hernández, Antonio Machado y tantos otros. Hoy charlamos un poco por teléfono, me preguntó por mís cosas, mi vida y mi trabajo. Le conté de mi, de mi terapia, de la casa que está en venta, en fin, le di un panorama bastante amplio de mi vida últimamente y quedamos en hablar el sábado para vernos. Espero concretar el encuentro con ella esta vez sin distraerme como otras veces y pasar un buen momento charlando e intercambiando ideas de la vida, los hombres y las mujeres, el amor y la muerte y sobre todo la poesía que todo lo nutre con su magia. Magia que Olga transmite tan única, inefable y eterna como ella siempre es.
Olga en el Rosedal en un paseo que hicimos juntas.
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