Los días nacen y se extinguen entre soles y lunas y se acerca fin de año. Las vacaciones, el momento de la pausa del descanso. El tiempo voló, como un suspiro pasó ya casi otro año más. Un año marcado por la ausencia física definitiva de Horacito, tan bueno, tan especial y entrañable, tan presente en cada recuerdo, en los vínculos recuperados con la familia Torres, en la cajita para tes que me regaló y que ayer llevé al trabajo para compartir con las compañeras, en fin, en cada gesto que tuvo en vida conmigo y con cada uno de los que lo rodearon. Un año también signado por el trabajo, por el aprendizaje, por la concreción de nuevos proyectos, por el análisis. Pero...¡alto! ¿Ya estoy haciendo balances y enumeraciones? Todavía faltan semanas, cinco o seis...de todas maneras es bueno ir pensando en cerrar ciertos temas, concretar otros y soltar ciertas cosas. De a poco y no tanto siento que me fui transformando en alguien distinta, alguien nueva, en esencia la misma pero reconstituida a través de muchas lecciones, algunas dolorosas que me tocó aprender, vivir y transitar. Creo que me llevo para siempre o lo que me queda de camino, esa noción de que definitivamente estamos acá para aprender, para transitar esta aventura apasionante, comprendiendo y aceptando nuestro destino pero también luchando por modificarlo si hiciera falta, si entendiéramos que algo no nos hace bien, o nos hace daño. De estas y otras cosas charlamos con Marce el otro día en el parque, donde pasamos entre mates, torta, tambores, ladridos y cantos de pájaros, una tarde hermosa, de esas que se atesoran en el corazón, que se quieren prolongar y extender en el tiempo que se escabulle travieso, como las horas que expiran unas atrás de otras. Esa noción de que se puede ser feliz con tan poco. De que un momento de amistad, de conexión, de entendimiento, de intercambio valen más que tantos desencuentros, decepciones que a veces me llevo por poner demasiadas expectativas en el afuera en el otro, esperando de los demás más de lo que me pueden brindar, olvidándome de dejar que la vida, fluya, incansable, eterna y efímera por los cauces que tenga que fluir. Y de encontrar adentro mío, en mi interior aquellas reservas de energías y amor que a veces busco en el afuera y en mis semejantes.
Sí que la pasamos bien, fluyamos Lolette!
ResponderEliminar¡Marce! ¡A fluir se ha dicho!
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