lunes, 23 de julio de 2018

Día 108

Me levanto temprano los primeros días para aprovechar y no hacer nada desde temprano. O eso me gusta repetir entre risas. Más tarde duermo una siesta -para reponer energías-, y temprano me voy a dormir porque necesito descansar de no hacer nada. A veces -como ayer- me despierta en mitad de la noche un mensaje de Flor y nos colgamos hablando una hora y media por teléfono, mientras cada una hace algo distinto o lo mismo, intercambiamos impresiones, fotos ( "Me compré un gorro nuevo" "¿A ver?" "Mmm sacate otra en esa no estás bien, mmsi esa está mejor" "Perdí los anteojos" "No, los debés tener en algún lado" ). Vivencias, similares y diferentes, la vida, la alegría. Decidimos lavar juntas los platos (Flor en su casa yo en la mía) más tarde siento hambre y me hago un omelette. Cuando la conversación va languideciendo y el silencio se apodera de la comunicación, cortamos la llamada. Son casi las tres de la mañana. Yo sigo mirando internet, navegando por el espacio, y sintiendo, gradual y gentil, el abrazo del sueño. Este lunes amanece soleado y mientras miro los rayos del sol por la ventana y desayuno, me pregunto qué haré el día de hoy, cómo lo aprovecharé, mmmcambio de rutina nonfareniente, es que la luz, creo, invita al movimiento, y los días de no hacer nada, comienzan su descuento, así, pienso en el sakura  que está floreciendo en el Jardín Japonés o en la manta turquesa que vi en oferta ayer en Coto y que no me compré. Miro a June que se va acomodando en la cama y que duerme eternamente su sueño felino y me admiro una vez más de cuánta es la compañía sanadora, gratuita, generosa e irremplazable de todos estos años. Once años. Voy pensando en detener esta marcha y fluir de pensamientos y cerrar hasta próxima entrada acá mi día de furia alegre. 



Grullas en casa

                                                           
                                                            Yo, con gorro nuevo, feliz.

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