Días de marchas, de manifestaciones, de expresarse, de decir. Creo que tengo muchas ideas bastante definidas, otras tantas, no. Son cada vez menos las certezas que tanto me acompañaron en mi juventud y que con el correr del tiempo se fueron reduciendo, hasta prácticamente quedar en una sola y única. Los años me fueron quitando esas convicciones, esa idea fantástica de que la verdad tenía un solo rostro, una sola cara. El tiempo fue desdibujando mis verdades, mi fanatismo, mis seguridades. No lo lamento, creo que en verdad hay pocas cosas de las que podemos estar seguros, y menos todavía a las que aferrarse. Pienso que todo esto conduce a una mayor libertad, a una autonomía nueva, diferente. Se trata de andar por la vida sin temor, sin tanta inhibición, y extraña y paradojalmente, con más firmeza y solidez. No es fácil cuando estamos tan rodeados de otras ideas, de otros pensamientos, tan intensos que parecerían querer forzar a una a cambiar su filosofía -por llamarlo de algún modo-. De todos modos vale la pena, afirmarse en esta nueva condición que conlleva cierta desnudez, cierto despojo, para replantearse -lo hago permanentemente- los paradigmas que moldearon mi infancia, adolescencia y primera adultez.
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