Noto que hablo sola demasiado seguido, que le pregunto cosas a mi gata con insistencia, como si pudiera responderme, que los hombres con barba me gustan -más que antes-, que me acaloro, que me cuestan más algunas cosas, que disfruto el doble y el triple de otras, que me enojo menos pero más intensamente, que estoy grande...Mientras tanto, volví a clases, a la rutina, a los horarios, a los alumnos, a los compañeros, a los directores, a los almuerzos y las charlas con mi amiga y compañera de trabajo, Mariana, a las planificaciones, a las correcciones, a los cuentos, los cantos, las caras de sueño a la mañana, los que te siguen con entusiasmo, los que te estudian -sí, ellos nos estudian, todo el tiempo-, los ocurrentes, los que molestan, los que no quieren aprender, los que sí y mucho, los cariñosos y regaladores y escribidores de cartitas, de mensajes, de amor, los que tienen algún comentario agudo o crítico, los que preguntan, los que te abrazan, los que te saludan en la calle porque te tuvieron de maestra hace unos años y te recuerdan y vos....que tuviste a tantos...en fin, ellos, lo más importante, lo más vital, porque nos cargan las pilas y las energías para agotarlas de vuelta y así en una rueda infinita y bella, se da ese maravilloso proceso de enseñar y aprender, aprender y enseñar,una y otra y otra vez.
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