El día tenía que llegar y llegó. Me compré un abanico en la paragüería cerca de casa. Ya hacía rato que lo necesitaba pero quien sabe si un poco no me hacía la distraída. Luego de que repetidas veces, distintas mujeres me prestaron sus abanicos viéndome padecer el calor, podría decirse que reaccioné. Así que ahora soy una mujer con abanico, que se acalora, que lo atenúa con dicho objeto y que se hace cargo. Ja, ja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario