Un hombre duerme. Un hombre duerme en mi cama. Lo miro dormir mientras tomo café, y como arándanos. Después de dos años de vivir acá, de comprar esta casa, comparto la cama con un hombre, el hombre es alto, de contextura grande, me resulta atractivo. Lee, escribe, vende libros, edita, ya desde el vamos nos unen intereses del tipo literario. Vino anoche a casa después de vender libros en Tigre, donde vive, cenamos juntos y tomamos cervezas....¿quizás tomé demasiado cerveza? ¿o quizás la batería de medicación de la noche hizo su efecto muy rápido? No lo sé...se hizo tarde para volver en subte y cuando me preguntó si tenía un catre o algo parecido, lo invité a compartir la cama conmigo. Primero se baño....un rato largo lo espere...y luego se acostó a mi lado a ver una película. Compartimos ese territorio onírico del sueño. Ese territorio indiviso pero particular e individual del dormir. Un poco después que yo, se despertó. Le pregunté como había dormido, a lo que el peregrino respondió: Hermosamente. Hermosamente comencé el día que se vistió de gris. Lo despedí, nos despedimos en la estación Boedo. de subte -Vivo lejos-, aclaró. Como explicándose o excusándose. Y lo dejé ir, con los brazos extendidos en un abrazo tenue, lo suficientemente suave como para que el ave vuele, libre, a su destino.
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