Ayer volví caminando de lo de Flora. Tenía la bici pero necesitaba caminar. A veces caminar ayuda a pensar, a resolver, a desenredar. A frenar un poco. Hace bien. Cuando crucé Río de Janeiro por Diaz Velez pasé por la puerta de una peluquería nueva en el barrio. "Sebastián". He de decirlo...tengo un tema con las peluquerías. Me fascinan al mismo tiempo que pueden repelerme. No voy muy seguido, en realidad casi nunca, pero ayer el día estaba feo y yo necesitaba un poco de mimo...Quizás eso me empujó a entrar a preguntar si aceptaban débito. No aceptaban. Solo efectivo. Yo tenía la tintura para el pelo que había comprado hace unos días...si bien tengo resuelto dejarme las canas a la larga...y voy juntando opiniones a favor y en contra..pero el caso es que quiero -quería prepararme para esta semana- y los días por venir. Así que saqué un poco de dinero del cajero y con mi esmalte azul y mi tintura entré por segunda vez a la peluquería decidida a pasar un momento distendido. Repito tengo una atracción por estos lugares donde la vida se detiene, donde la gente entra y sale, y todo continua o se interrumpe, donde las conversaciones más triviales revelan la profundidad de las existencias que nos circundan y que rozamos inadvertidos cuando vamos y venimos de nuestros trabajos y del supermercado y de nuestras casas. Así que mientras Karen me colocaba la tintura y me daba conversación, entro una señora a cortarse el pelo. Yo tengo decidido no cortarlo por ahora y dejarlo crecer. Me gustaría hacerme un flequillo -voy recolectando opiniones a favor y en contra-. La señora tenía el pelo bastante corto. Mientras sonaba "Aspen" con su agradable música ochentosa, me distraje escuchándola hablar de su vida, de su próxima mudanza y de sus dos gatos que no podría llevar consigo. Cuanto paralelismo con la vida de un desconocido sentado a menos de un metro de distancia. Mientras continuaba mi teñido y Karen seguía con su trabajo yo me miraba en el espejo cosa que no hago con frecuencia ni con detalle. Los espejos también me atraen y me repelen al mismo tiempo. No recuerdo si antes o después entro un muchacho que venía a cortarse también. Era de Venezuela y tenía un casamiento. -¿Todavía se casa la gente?- preguntó Sebastián. Así parece..Creo que todos los que estábamos ahí nos sonreimos mientras Karen me contaba que es de Moreno y que tiene dos horas de viaje para llegar acá. Cuando terminó de colocarme la tintura ya había una señora con su hijo pequeño esperando para cortarse el pelo. Me indicó que me ubicara en una silla con una mesa delante para hacerme las uñas. Obediente me puse de pie y me ubiqué al lado de la ventana. Mientras Karen se ocupaba de cortarle el pelo al chico que había entrado con su mamá, Sebastián me hizo las manos. Primero las examinó un poco mientras yo le contaba que las maltrataba bastante...tema uñas...y pellejos..Con mucho cuidado las fue arreglando mientras al igual que Karen me daba conversación. Sebastián es un muchacho agradable, joven y un poco más bajo que yo. Hay en sus ojos cierta picardía o quizás la mirada proviene de mi propia emoción. Yo charlaba banalidades sin revelar demasiado -aunque se lea en mis manos- toda la ansiedad, el nerviosismo y la soledad que a veces me embargan. En algún momento de la conversación me dijo que estudiaba inglés. Así que tuve que decir que era profesora. Me preguntó el nombre: Dolores, pero me dicen Loli. No me gusta Dolores. Pero si es un lindo nombre. Qué fácil puede ganarse mi simpatía un desconocido. Qué poco trabajo para que casi casi confíe en esa persona. En algún momento le comenté que era la primera vez que un hombre me hacía las manos y surgió el consabido comentario: Siempre hay una primera vez para todo...Una vez terminadas de esmaltar, arreglar, y poner seca esmaltes y crema, Sebastián se fue a hacer otras cosas Karen terminó de sacarme la tintura y me secó un poco el pelo. El día seguía frío, nublado y gris pero yo había logrado acallar un poco la angustia por unos momentos.
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